todos los Tenemos y luchar con ellos. Vivir plenamente es tener remordimientos; son una parte desagradable, aunque inevitable, de la condición humana.
Es posible que conozcas a personas que declaran orgullosamente que han vivido con audacia y no se arrepienten. Creer que no debemos experimentar arrepentimiento nos coloca en doble riesgo: los experimentamos y nos preguntamos qué está mal con nosotros por tenerlos. Si no nos arrepentimos, entonces no hemos estado prestando atención o estamos viviendo en negación. Todos metemos la pata a veces.
Podríamos definir los remordimientos como llevar dolor o vergüenza con respecto a acciones o decisiones pasadas. Hay muchas cosas que podríamos lamentar. Tal vez lamentamos nuestra elección de asociación, decisiones sobre nuestra salud, finanzas o carrera, o no haber pasado suficiente tiempo con nuestros seres queridos. Tal vez lamentamos no disfrutar lo suficiente de nuestra vida o tomar más riesgos. Tal vez nos sentimos mal por haber herido a otros y estamos paralizados por la vergüenza de reconocer el daño que hemos causado por nuestro narcisismo o insensibilidad.
Un gran desafío de ser humano es permitirnos tener remordimientos sin ser debilitados por ellos. Obsesionarse con acciones o decisiones pasadas que nos hacen sentir mal puede conducir a la depresión y robarnos la alegría de vivir. Reproducir escenas en nuestra mente y desear haber hecho las cosas de manera diferente puede mantenernos girando, creando mucha miseria. Atrapados en las garras de los woulda, coulda, shouldas, estamos secuestrados desde el momento presente y nos castigamos con un aluvión excesivo de autoinculpaciones.
Trabajar con Nuestros Arrepentimientos
La sabiduría rara vez surge sin darnos cuenta de lo insensatos o egocéntricos que hemos sido. Las buenas decisiones nacen de las aguas fangosas de nuestras malas decisiones. Sabiendo lo que sabemos ahora, es muy fácil mirar hacia atrás y desear haber tomado decisiones diferentes. Una de las desventajas más graves que nos infligimos a nosotros mismos es juzgar las decisiones que tomamos entonces en base a lo que sabemos ahora. Solo obtenemos ese conocimiento a través del portal de ensayo y error, y cometemos errores.
Hacer espacio para arrepentirse y ser amable con ellos es un paso hacia suavizar su control sobre nosotros. Afirmar que es natural tener remordimientos puede aliviar parte de la vergüenza que nos mantiene congelados.
En un clima de suave autoaceptación, podemos dirigir nuestra atención a lo que podríamos aprender de nuestros errores. La redención no radica en tratar de eliminar los arrepentimientos, sino en usarlos como una puerta para aumentar nuestro entendimiento de nosotros mismos, de los demás y de la vida misma.
Si tomamos malas decisiones de relación en el pasado, podemos tomar mejores en el futuro. Si lastimamos a alguien debido a un comportamiento irrespetuoso o autodestructivo, podemos comprometernos a un camino de crecimiento personal y atención plena que aumente el respeto y la sensibilidad hacia nosotros mismos y los demás. Podemos considerar hacer las paces si hacerlo no es una intrusión no deseada. Podemos trabajar con un terapeuta o unirnos a un programa de doce pasos para ayudarnos a avanzar. A medida que tomemos decisiones más sabias, tendremos menos remordimientos.
Abrazar el remordimiento
Una categoría de remordimientos que puede ser especialmente preocupante es cuando hemos lastimado a otros, especialmente si lo hemos hecho intencionalmente. En la mayoría de los casos, no es intencional. Actuábamos desde un lugar ignorante o inconsciente. Nos duele por dentro, así que atacamos. Es posible que no seamos plenamente conscientes de nuestra motivación. Es posible que queramos que otro sienta el dolor en el que estamos, un intento equivocado de reunir algún sentido de poder o justicia. Podemos usar nuestros remordimientos como un impulso para encontrar formas más saludables de afirmarnos, comunicar nuestras necesidades y establecer límites de una manera saludable.
Reconocer que hicimos lo mejor que pudimos con la información o la autoconciencia que teníamos en ese momento podría aliviar una carga sustancial de nuestros arrepentimientos. Pero también puede ser útil o necesario para la curación emocional notar y abrazar el remordimiento por nuestras acciones.
El remordimiento se refiere a una profunda angustia moral o emocional por algo que hemos hecho y que consideramos vergonzoso o incorrecto. Es comparable a la vergüenza saludable (a diferencia de la vergüenza tóxica), que llama nuestra atención y puede ayudarnos a orientarnos a la vida y a las personas de una manera más afinada.
El remordimiento incluye un dolor profundo y conmovedor. Esto es diferente a atacarnos a nosotros mismos o aferrarnos a una creencia central de que somos malos y no merecemos amor. De hecho, la vergüenza tóxica es a menudo el principal obstáculo para permitirnos sentir dolor y remordimiento. Si equiparamos el dolor de lastimar a alguien con la convicción de que somos una persona horrible, es poco probable que nos abramos a nuestra tristeza. Pero si reconocemos que una parte de la condición humana es que a veces nos lastimamos unos a otros, en su mayoría sin darnos cuenta por completo, entonces es más probable que demos la bienvenida a los dolores inevitables que son parte de la vida.
Si podemos encontrar el valor y la sabiduría para sentir la tristeza natural de haber lastimado a alguien, entonces podemos encontrar un camino de curación para nosotros mismos, así como una clave para reparar las grietas en la relación. Si nuestra pareja siente lo triste o mal que nos sentimos por un comportamiento hiriente o una traición, entonces está más inclinada a confiar en que realmente lo «entendemos» y es menos probable que lo repita. Nuestras disculpas, cuando se combinan con un remordimiento profundamente sentido, son infinitamente más poderosas que las meras palabras, «Lo siento.»
Descansar en el caldero de nuestro dolor sin denigrarnos a nosotros mismos puede permitirnos convertirnos en una persona más profunda, y también cultivar una empatía más conmovedora hacia los demás. La redención del perdón a uno mismo amanece a medida que llevamos dulzura a nuestro dolor, aprendemos lecciones de una manera profundamente sentida y dedicamos nuestras vidas a vivir con mayor integridad, honestidad y atención plena. Podemos arrepentirnos sin ser su prisionero. Podemos tomar decisiones más sabias y, por lo tanto, tener menos remordimientos en el futuro.
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