En 1871 Charles Darwin supuso que los humanos estaban evolutivamente más cerca de los simios africanos que de cualquier otra especie viva. La reciente secuenciación de los genomas de gorila, chimpancé y bonobo confirma esa suposición y proporciona una visión más clara de cómo estamos conectados: los chimpancés y los bonobos en particular ocupan un lugar de honor como nuestros parientes vivos más cercanos, compartiendo aproximadamente el 99 por ciento de nuestro ADN, con gorilas rezagados en el 98 por ciento.
Sin embargo, esa pequeña porción de ADN no compartido hace una gran diferencia: nos da, por ejemplo, nuestra postura bípeda y la capacidad de planificar misiones a Marte. Los científicos aún no saben cómo la mayor parte del ADN que es exclusivamente nuestro afecta la función génica. Pero pueden realizar análisis de genoma completo, con resultados intrigantes. Por ejemplo, comparar el 33 por ciento de nuestro genoma que codifica proteínas con los genomas de nuestros parientes revela que aunque la suma total de nuestras diferencias genéticas es pequeña, las diferencias individuales impregnan el genoma, afectando a cada uno de nuestros cromosomas de muchas maneras.
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