Clasificación y propiedades
Las fibras naturales se pueden clasificar según su origen. La clase de base vegetal o de celulosa incluye fibras tan importantes como el algodón, el lino y el yute. Las fibras animales, o a base de proteínas, incluyen lana, mohair y seda. Una fibra importante en la clase mineral es el amianto.
Las fibras vegetales se pueden dividir en grupos más pequeños según su origen dentro de la planta. El algodón, el kapok y el bonote son ejemplos de fibras que se originan como pelos transportados en las semillas o paredes internas de la fruta, donde cada fibra consiste en una sola célula larga y estrecha. El lino, el cáñamo, el yute y el ramio son fibras del líber, que se encuentran en el tejido interno del líber de ciertos tallos de plantas y se componen de células superpuestas. El abacá, el henequén y el sisal son fibras que forman parte del sistema fibrovascular de las hojas. Químicamente, todas las fibras vegetales consisten principalmente en celulosa, aunque también contienen cantidades variables de sustancias como hemicelulosa, lignina, pectinas y ceras que deben eliminarse o reducirse mediante el procesamiento.
Las fibras animales consisten exclusivamente en proteínas y, a excepción de la seda, constituyen el pelaje o el pelo que sirve de cobertura epidérmica protectora de los animales. Los filamentos de seda son extruidos por las larvas de las polillas y se utilizan para hacer girar sus capullos.
Con la excepción de las fibras minerales, todas las fibras naturales tienen afinidad por el agua en forma líquida y de vapor. Esta fuerte afinidad produce hinchazón de las fibras conectadas con la absorción de agua, lo que facilita el teñido en soluciones acuosas.
A diferencia de la mayoría de las fibras sintéticas, todas las fibras naturales no son termoplásticas; es decir, no se ablandan cuando se aplica calor. A temperaturas por debajo del punto en el que se descompondrán, muestran poca sensibilidad al calor seco, y no hay contracción o alta extensibilidad al calentarse, ni se vuelven frágiles si se enfrían a temperaturas bajo cero. Las fibras naturales tienden a amarillear al exponerse a la luz solar y la humedad, y la exposición prolongada resulta en pérdida de resistencia.
Todas las fibras naturales son particularmente susceptibles a la descomposición microbiana, incluidos el moho y la podredumbre. Las fibras celulósicas se descomponen por bacterias aerobias (las que viven solo en oxígeno) y hongos. La celulosa se descompone rápidamente a altas temperaturas y humedad, especialmente en ausencia de luz. La lana y la seda también están sujetas a la descomposición microbiana por bacterias y mohos. Las fibras animales también están sujetas a daños por polillas y escarabajos de alfombra. Las termitas y los peces plateados atacan las fibras de celulosa. La protección contra el daño microbiano y los ataques de insectos se puede obtener mediante la modificación química del sustrato de fibra; los desarrollos modernos permiten el tratamiento de las fibras naturales para hacerlas esencialmente inmunes a tales daños.
Los editores de Encyclopaedia Britannica