Una gran cantidad, tal vez la mayoría, de los que consultan a un médico presentan sufrimiento subjetivo y trastornos de comportamiento que son problemáticos de clasificar como enfermedad. Esto se debe a que no se demuestra ningún fundamento patobiológico para tal clasificación, sin importar cuán a fondo se examinen a los pacientes o cuánto tiempo se les haga un seguimiento. Sintomatológicamente también, las condiciones orgánicas y no orgánicas son distintivas. Mientras que las enfermedades orgánicas se caracterizan por signos físicos y bioquímicos, los trastornos no orgánicos solo manifiestan experiencias angustiosas (como dolores o ansiedad) o comportamientos indeseables (como abuso de alcohol), fenómenos que son inseparables de las sensaciones, emociones, intenciones y acciones normales. En cuanto al tratamiento, los principales métodos aplicados en las enfermedades orgánicas son de naturaleza física y bioquímica. En casos de sufrimiento subjetivo o desviaciones de comportamiento, la terapia consiste en alivio general, corrección y sedación, todo del tipo que usamos en nuestra vida cotidiana. Si la mayoría de los que consultan a un médico no están realmente enfermos, ¿cuál es la alternativa? ¿Miseria individual y colectiva? La única alternativa a la enfermedad son las variaciones psicofisiológicas y de comportamiento normales. Una opinión muy extendida, sin embargo, es que los trastornos no orgánicos cumplen con los criterios para la enfermedad. Esto significa que se postula algún tipo de sustrato patológico incluso cuando no logramos demostrar su existencia. El punto crucial, sin embargo, no es resolver el problema de si una persona está enferma o no, sino subrayar que estamos tratando con dos categorías separadas de fenómenos: sufrimiento y disfunciones con fundamento bio patológico y psicofisiológico.