Aeon, también deletreado Eon, (griego: «edad» o «vida»), en Gnosticismo y Maniqueísmo, una de las órdenes de espíritus, o esferas del ser, que emanaban de la Divinidad y eran atributos de la naturaleza del absoluto; un elemento importante en la cosmología que se desarrolló en torno al concepto central del dualismo gnóstico: el conflicto entre materia y espíritu.
Se decía que el primer eón emanaba directamente de la divinidad no manifiesta y que estaba cargado con una fuerza divina. Emanaciones sucesivas de eones fueron cargadas con una fuerza disminuida sucesivamente. Cada sistema gnóstico explicaba los eones a su manera, pero todos coincidían en que los eones aumentaban en número en proporción a su lejanía de la divinidad y que los eones inferiores compartían proporcionalmente menos energía divina. A cierto nivel de lejanía, se decía que la posibilidad de error invadía la actividad de eones; en la mayoría de los sistemas, tal error era responsable de la creación del universo material. Para muchos, Cristo era el eón más perfecto, cuya función específica era redimir el error encarnado en el universo material; el Espíritu Santo era generalmente un eón subordinado.
En ciertos sistemas, los eones fueron considerados positivamente como encarnaciones de lo divino; en otros, fueron vistos negativamente como vastos medios de tiempo, espacio y experiencia a través de los cuales el alma humana debe pasar dolorosamente para alcanzar su origen divino.